Femicidios: algo más que cifras
por Gabriela Barcaglioni (ARTEMISA)
Según el monitoreo que lleva a cabo Artemisa Noticias, durante el 2008 fueron 105 mujeres las víctimas de la violencia machista. Los datos junto con otros registrados por la sociedad civil argentina no son coincidentes pero revelan la ausencia del Estado y la falta de compromiso para cumplir acuerdos internacionales. Es tiempo de balances y nuevos desafíos.
Un principio de año es propicio para repensar situaciones, elaborar diagnósticos y plantearse con elementos ciertos una nueva etapa.
Desde este espacio la propuesta fue ponerle nombre a la violencia machista, hacer visible –de alguna manera sin arrogancia- una realidad que no nos era ajena a muchas mujeres. Sin caer en lugares comunes decir que esta sociedad no es segura para las mujeres, menos aún el hogar o la familia que se sostiene con relaciones de poder de unos sobre otras.
Los medios comenzaron a tomar la palabra femicidio para nombrar los crímenes que en nombre del patriarcado se cometen contra las mujeres, mucho tiene que ver en esta tarea PAR (Periodistas de Argentina en Red – Por una comunicación no sexista).
Las voces que se multiplican - las feministas y el movimiento de mujeres, fundamentalmente - evidencian con datos concretos los femicidios. No son coincidentes, a decir verdad, pero esta diferencia se convierte en una denuncia y es la que muestra la ausencia del Estado, que debe prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres pero ensaya acciones y políticas aisladas, sin articulación, que dependen más de la buena voluntad y la conciencia de quienes deben ejecutarlas que de los recursos asignados.
La Convención Belem do Para suscripta en 1994 que Argentina ratificó en 1996 obliga al Estado argentino a ''actuar con la debida diligencia para prevenir, investigar y sancionar la violencia contra la mujer''; ''establecer procedimientos legales justos y eficaces para la mujer que haya sido sometida a violencia, que incluyan, entre otros, medidas de protección, un juicio oportuno y el acceso efectivo a tales procedimientos''.
En este intento de balance la realidad cuestiona los marcos teóricos que nos hemos propuesto para hablar de femicidio desde este espacio. El término forma parte del bagaje teórico feminista, Diana Russell y Jill Radford en Femicide. The politics of woman killing lo utilizan para nombrar el trasfondo político que tienen las muertes de las mujeres por violencia de género.
Estas autoras lo definen en 1990, en el artículo publicado en la Revista Ms, (Nueva York) como: ''El asesinato de mujeres es la forma más extrema del terrorismo sexista. Una nueva palabra es necesaria para comprender su significado político. Pensamos que femicidio es la palabra que mejor describe los asesinatos de mujeres por parte de los hombres, motivados por el desprecio, el odio, el placer o el sentido de propiedad sobre ellas. El femicidio es el resultado final de un continuum de terror que incluye la violación, tortura, mutilación genital, esclavitud sexual, especialmente la prostitución, el incesto y el abuso sexual familiar, la violencia física y emocional, los asaltos sexuales, mutilaciones genitales (clitoridectomías e infibulaciones), operaciones ginecológicas innecesarias (histerectomías) heterosexualidad obligatoria, esterilizaciones y maternidades forzadas (penalizando la anticoncepción y el aborto), psicocirugías, experimentos médicos abusivos (por ej. la creación de nuevas tecnologías reproductivas), negar proteínas a las mujeres en algunas culturas, las cirugías estéticas y otras mutilaciones en nombre del embellecimiento. Siempre que de estas formas de terrorismo resulta la muerte, se transforman en femicidio''.
En función de esta elaboración teórica, que es además un posicionamiento político, realizamos el registro que mes a mes se publicó en el portal y fue tomado en cuenta para analizar cada uno de los casos que los medios y las agencias de noticias fueron relatando. La muerte de una mujer en Córdoba tras someterse a una cirugía estética que los medios mostraron se incluyó en virtud de la citada definición.
Los resultados que arroja el registro motivaron charlas y debates, uno de ellos en relación a incluir las muertes de mujeres por abortos dadas las condiciones de clandestinidad en las que se realiza en nuestro país manteniendo la fuente del registro que para tal caso sería un subregistro porque solo se tomarían los que toman las agencias de noticias y algunos medios de comunicación. No solo como una forma de ajustarse a la definición sino como decía más arriba de posicionamiento político.
Por eso el balance siempre es una posibilidad de mejorar, de potencializar los aspectos que permiten mejorar actitudes y acciones, en tal caso mostrar otra de las formas de ejercer violencia sobre las mujeres del patriarcado.
Relectura de los datos de la realidad
La muerte evitable de 105 mujeres obliga a superar el aspecto cuantitativo y abordar las cifras con una mirada crítica.
La edad de las víctimas sostiene una tendencia que marcábamos el año pasado al señalar que el 33,6 por ciento de las mujeres asesinadas tenía entre 15 y 24 años, porque el 33,3 por ciento de los femicidios registrados durante el 2008 se concentran en ese intervalo. •El dato refuerza el planteo que vincula la etapa vital de las mujeres asesinadas (mujeres jóvenes con deseos de proyectos laborales y profesionales en la plenitud de las posibilidades) con otro aspecto que señalan Diana Russell y Jill Radford: ''cuando la supremacía masculina es desafiada, el terrorismo es intensificado''.
Por otra parte el 20,9 por ciento de los homicidios corresponde a mujeres entre los 25 y los 35 años, 17 por ciento entre los 36 y los 45 años, entre los 46 y 55 años, 8,6, y entre los 56 y 65 años, 2,8 por ciento. Los extremos en las edades marcan una línea descendente en los asesinatos, los medios tomados como fuente dieron cuenta de un femicidio cuya víctima era mayor de 65 años, en tanto las menores de 15 años representan el 15,2 por ciento de las víctimas (cifras que se mantienen estables si comparamos los resultados del registro realizado el año pasado cuando se señaló que el 12 por ciento de las víctimas pertenecía a este grupo etario).
Una nueva mirada a las crónicas
Al definir el femicidio se describe una relación entre víctima y victimario. La misma puede tomar tres formas diferentes: femicidio íntimo (asesinatos cometidos por hombres con quien la víctima tenía o tuvo una relación intima, familiar, de convivencia); femicidio no íntimo (cometido por hombres con quienes la víctima no tenia relaciones intimas, familiares, de convivencia) y femicido por conexión (las mujeres y/o niñ@s que fueron asesinadas ''en la línea de fuego'' de un hombre tratando de matar a una mujer).
Las historias relatan que dos de las niñas asesinadas quedaron en esa ''línea de fuego'', una de ellas de tres meses –Macarena Rivas - en Tucumán; otra fue asesinada y enterrada en el patio de la casa que habitaban con el homicida junto a su madre, y otras cuatro fueron asesinadas luego de ser abusadas por hombres de su familia (padres y padrastros en tres casos). Puede señalarse, además, que algunos de los asesinatos se realizan cuando tiene vigencia una orden de exclusión del hogar para el asesino como lo fue el de Macarena Alarcón (6) en Río Negro.
En cuanto a la relación entre víctima y victimario en mujeres jóvenes y adultas cabe señalar que el 62,9 por ciento de los asesinos habían tenido o tenían una relación íntima o de convivencia con las mujeres a las que asesinaron. Y se reitera el fenómeno del suicidio del hombre que comete el delito: de los casos registrados hubo 23 suicidios de homicidas de los 95 femicidios que se supo quien había sido el autor.
Por otra parte las causas señaladas en los discursos mediáticos –que refuerzan y se alimentan del imaginario popular- presentan como móvil de los femicidios los celos, el no aceptar la separación, las disputas conyugales y la custodia de los hijos e hijas de una forma que aparece como de manera tal que resulta una justificación, pues la bondad de los motivos que empujan a la agresión parece legitimarla.
Si pudiéramos adentrarnos en cada una de las vidas truncadas de las mujeres asesinadas podríamos adentrarnos en las aristas más crueles y perversas de la que es capaz una persona que mata a otra por considerarla de su propiedad.
''Te gané Juan me la llevo yo'' escribió en el cuerpo de Daiana García su novio tras estrangularla en una pensión en Río Negro. Es una frase que retumba en la conciencia y muestra de qué forma una ideología se hace presente y deja de ser una enunciación. Una frase que lleva a pensar cuánto debe hacerse para que las relaciones entre varones y mujeres, fundamentalmente, sean diferentes, sin dominaciones, sin derechos de propiedad y control de unos sobre otras.
Mas que una expresión de deseo es plantear la necesidad de incluir en la educación formal el tema de la violencia de género. Debe incluirse en los contenidos básicos de los planes de estudio sobre todo cuando de adolescentes se trata, para evitar y prevenir relaciones violentas. Suele pensarse que la violencia contra las mujeres es la manifestación de actitudes individuales, varones que agreden por motivos personales, con características de eventualidad, aislados, circunstanciales, sin control pero esencialmente responden a alcanzar la sumisión y el control de las mujeres.
Si se coincide en considerar a la violencia de género como un elemento constitutivo de nuestra cultura también debe considerarse que sólo podrá erradicarse si se cuestionan las prácticas culturales que la reproducen y –fundamentalmente- si la sociedad en su conjunto facilita y posibilita el pleno ejercicio de los derechos de quienes la componen.
jueves, 15 de enero de 2009
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